Noche, interior. En un salón, una pequeña lámpara
da cierta calidad a la estancia; sin embargo, hace frío: lo revela la expresión
de la mujer que está escribiendo (viste, además, una gruesa chaqueta de lana). Escucha
“Albanese”, de Paolo y Andrea Pandolfo,
del disco Travel Notes. No hay nadie
más en la casa. En la cocina, hierve agua. En la calle, llueve (y hace menos
frío). Deja de escribir; relee lo escrito. “Guardar”. Se levanta. Atraviesa la
sala, en dirección a la cocina, siguiendo el ritmo de la música. En la cocina
se sirve un té. Regresa al salón; lo hace continuando con el baile de antes. Se
sienta y continúa escribiendo.
Buenas noches. Bienvenidos a la
crónica de la edición 47 de Micro Abierto Salamanca (MAS). Como
sabéis los habituales a este baúl virtual en el que vamos guardando la memoria
de este espectáculo en forma de resúmenes, MAS
se celebra cada lunes en El Savor entre
las veintidós treinta y la una, la una y media, las dos... La hora a la que termine depende de
cuántos artistas pasen por el escenario (y de la duración de sus actuaciones), lo
que, a su vez, depende de tantos factores, que, en caso de que hiciera aquí una
lista, traicionaría mi intención inicial de ser breve. Así, pues, no voy a
contaros cuáles son esas variables, las cuales, por otra parte, poco aportarían
al contenido de este documento. Debo resumir lo acontecido el pasado
—pasadísimo— 8 de noviembre de 2012
en la sala ya nombrada. Me siento a hacerlo con un retraso perdonable, si bien con varios días de demora para lo que normalmente se
acostumbra por este sitio. Por tanto, escribo sabiendo que de reojo me está
mirando la siguiente crónica, que espera a salir bien vestida de mi cuaderno de
notas. Ya me estoy enrollando... Voy a contaros qué pasó aquella, no tan
lejana, noche de MAS (47).
Ciertamente, fue una edición
poco concurrida: un público suficiente para disfrutar de no muchos
participantes. Fue una edición breve pero intensa y cálida. La inició Víctor Casado. En esta ocasión (quizá
por los comentarios que recibieron sus actuaciones previas), decidió llevarse
por escrito la primera parte de su intervención. Así pareció un rapsoda. Tras
leer lo que el papel escondía, hizo un gesto con los brazos y la cara como si
clamara al cielo (al techo) y pasó a explicar (o eso es lo que parecía) lo que
previamente quiso transmitirnos con lo leído: una crítica sutilmente mordaz a
la moral y a la evolución del ser humano, al devenir de nuestra civilización.
Así pareció un profeta. “Escuchad lo que tengo que decir, porque en mis
palabras quizá encontréis la verdad”. Esto es lo que yo escucho cada vez que
nos expone una de sus opiniones sobre el escenario. ¿Vanidad? No creo.
¿Personaje? Tampoco lo creo. Seguimos sin saber qué será Víctor de mayor (¿escritor, monologuista, funcionario, padre, todo eso...?).
En definitiva, Víctor nos tiene
confundidos. Yo aún no tengo una opinión clara sobre él o, más concretamente,
sobre si lo que hace es arte u otra cosa. Quizá a lo largo de este curso todos,
nosotros y él, lleguemos a alguna conclusión al respecto.
Después de abrir tantas preguntas
en nuestro cerebro, nos dimos una tregua con la música de Guillermo Toda, que vino a deleitarnos con la pieza que interpretó,
pero también con el respeto que siempre muestra en el escenario hacia la música
clásica (sea cual sea el resultado que permitan los nervios del momento). Para
esta edición, ejecutó, con visibles templanza y concentración (que culminó con
un suspiro que sonó a “¡Conseguido!”), “Koyuunbaba”, de Carlo Domeniconi, una de sus piezas favoritas y que podéis escuchar a continuación.
Miguel Pérez anticipó que sería breve. No mintió. De su memoria, su voz nos trajo los versos de un soneto y de un haiku. Con el primero, “Desahogo bien medido”, revivió esos primeros años de su juventud en que todo lo que escribiera, quisiera o no, eran endecasílabos. Algo que (perdón por la expresión) le jodía bastante. No lo digo yo: “mierda de endecasílabo hijoputa [...] me cago en Garcilaso y su batuta”. Breve e irreverente, y gustó, como viene sucediendo desde que se subiera por primera vez al escenario de MAS.
Para el siguiente artista era su
primera vez en MAS y en El Savor... y quizá también en
Salamanca. Daniel Cano llegó desde
Murcia para hacernos partícipes de algunas de las canciones con las que él y su
grupo, Errecinco, se convirtieron en
semifinalistas de Creajoven 2012.
Con “Sonidos contrastados”, “¿Quién dijo miedo?” y “A mediados de febrero” confirmamos su profesionalidad, sus tablas y su buen hacer
musical. Esto se tradujo en la rotunda petición de un cuarto tema por parte del
público, a lo que el señor Cano no
supo ni quiso negarse. Además de regalarnos sus commposiciones en directo, el músico
también quiso regalar el CD Pero no literalmente (con el que se materializó el triunfo
de la banda en el mencionado certamen) al espectador que antes respondiera a la
pregunta que planteó. El ganador, Juampi
Sudón, persona a la que MAS debe
mucho, mucho... Se merece ese CD y mucho más: ¡Juampi, te queremos! Aquí va un vídeo de esta banda para que disfrutéis como nosotros lo hicimos en directo con Daniel Cano.
Después de que yo leyera la
“versión más original de Bambi”, según
palabras de Alfredo Rubbenstein, presenté
con cierto descoloque y timidez (reacción provocada por las palabras de Alfredo a viva voz durante mi
intervención) a José Luis Melián.
Este retomó la figura del Ave Fénix que inspirara "Ganas de volar" para hablarnos de la necesidad de soñar:
“Creo en un futuro en forma de canción”, nos dijo en “Fenix en llamas”. ¿Será
esta la canción que da forma a su futuro? Un vídeo vale más que todas las
palabras que yo pueda escribir, así que aquí os lo dejo.
Una noche más, Alfredo Rubbenstein nos subió a su
particular columpio y nos llevó del humor al drama con su relato. Quedarse con
el payaso que presenta el texto es no saber despojarlo de su nariz roja, atravesar
la superficie. Hemos dicho tantas veces que Rubbenstein es el payaso de MAS
que habrá quien piense que Alfredo hace clown (¿existe la posibilidad de que alguien que lea estas
crónicas no haya asistido nunca a MAS
o, al menos, a ninguna de las ediciones en las que este artista ha participado?).
Nada más lejos. Alfredo Rubbenstein es el heterónimo de
Javier Mesonero, y este es, ante
todo, escritor y, cuando se sube al escenario, usa su cuerpo y su voz para dar
vida a Rubbenstein, un personaje
desgarrador con un humor, también desgarrador, con el que pretende desviar,
inicialmente, nuestra atención de las terribles historias que cada semana nos
cuenta, historias de este y de otros mundos, desconocidos o lejanos para
nosotros, pero con un elemento en común: la crueldad que puede llegar a
desarrollar el ser humano, la capacidad del hombre de convertirse en depredador
de su propia especie. No contaré nada del texto que en esta edición nos
presentó, y no porque no fuera interesante y rico en detalles, y en el que
observamos su capacidad de llevarnos desde Artur Mas, a partir de una hipotética
manifestación que está ocurriendo ahora, a un —queremos pensar— remoto 6 de
agosto de 1945, en el que Little Boy devastó Hiroshima. Me parecía oportuno dar
una visión general pero breve del talento de Javier Mesonero para literaturizar la vulnerabilidad humana, sin
distinciones ni etiquetas raciales, sociales o religiosas, del que, a buen seguro, podremos seguir disfrutando a lo largo de este curso.
Esta edición tuvo un broche de
excepción. Alberto Hernández Mendoza
ofrecería un concierto la noche siguiente, la del 9 de octubre, en el Café Santa Ana (C/ Tentenecio), un
lugar al que merece la pena visitar cualquier día de la semana, pero
especialmente los martes, cuando desarrolla su ciclo de conciertos en un ambiente
íntimo y acogedor a los mandos de su encantador capitán, José, una persona que apuesta por la música en vivo como un bien
necesario para la sociedad. Yo no pude acudir al recital que ofreció el señor Hernández, porque esa misma noche, en El
Savor, celebramos la Noche
Revolucionaria, a propósito del aniversario de la muerte del Che Guevara, por lo que los camaradas
de MAS nos dividimos para cubrir los
dos eventos, tan especiales. En El Savor
echamos en falta a Alberto, sin duda,
pero, como muchos otros cantautores, el utilizó su herramienta, su música, para
hacer su propia aportación a un noche de espíritu revolucionario (que no calle
nunca el cantor). El placentino aprovechó su paso por MAS (47) para invitarnos a dicho concierto y, desde luego, nos dio
dos poderosas razones para no perdérnoslo: “Al oeste de su forma de besar” y “El
otro lado del cristal”. Con estas dos canciones disfrutamos de algo de lo mucho
que esconde el repertorio de esta gran promesa de la canción de autor. El
segundo tema lo interpretó desenchufado, tranquilo, sentado al borde del
escenario, en una intimidad que formó una enorme burbuja de calor en la que nos
despedimos hasta la siguiente edición.
Como colofón de esta crónica y
llave de la siguiente os dejo con la canción de Alberto Hernández Mendoza con la que terminó MAS (47), acompañado por su amiga y compañera Virginia Montaño. Gracias a todos por creer en MAS y querer más y mejor.
toqué la primera y la ultima parte de koyunbaba, este lunes si no hay mucha gente y andrea me deja pretendo tocarla entera =)
ResponderEliminarSi os gustó sonidos contrastados, aquí está el disco entero:
ResponderEliminarhttp://errecinco.bandcamp.com/