domingo, 28 de octubre de 2012

Crónica MAS (48). 15/10/12


Algo rara, para qué mentir, fue la edición 48 de Micro Abierto Salamanca (MAS), celebrada el 15 de octubre en nuestra y, si queréis, vuestra casa, El Savor. Fue fría. Esto es algo subjetivo, claro. Sin embargo, así lo percibieron todas (o casi todas) las personas que, desde el escenario, tuvieron que defender sus canciones o poemas ante un público algo desanimado, difícil de complacer... Los comienzos de curso son complicados (ya lo sabemos). La llegada del frío, también. Vamos a pensar que estas fueron las principales razones que impregnaron la noche de cierta desazón. Cierta, porque también hubo buenos momentos. Sólo intentaba transmitir una primera impresión. Dejemos ese frío subjetivo en este primer párrafo y pasemos a describir en los siguientes el calor de la noche, el calor que desprendieron los artistas de los que disfrutamos en MAS (48).

El telón imaginario se subió para recibir a Nacho Prada Echevarrieta. Ya tuvimos ocasión de conocer a este músico durante la primera temporada. En esta edición, reapareció con tres temas: una versión y dos canciones de repertorio, “Como antes” y una segunda en inglés de la que no pude anotar el título. Aunque lo conocemos como solista, Nacho forma parte de La Noche de La Iguana, banda de la que os dejo un aquí el enlace a un vídeo para que os hagáis una idea del estilo de este músico. Con toda seguridad, tendremos ocasión de disfrutarlos en concierto muy pronto.

Miguel Pérez, un poeta ya asociado a MAS por su participación casi segura cada lunes, nos confesó algo que ya intuíamos: en los ratos libres que le deja la fatigosa carrera de las letras, estudia Medicina. Sobre esta poética disciplina versaba el poema que nos leyó.

Un rubio medio australiano, medio sueco empieza a aficionarse a MAS. Responde al nombre de Félix, es guitarrista y en noviembre podremos escucharlo en concierto, en formato dúo... De esto os hablaré en la crónica de MAS (49). En la edición que aquí resumo, la 48, Félix se hizo con la guitarra española para interpretar dos piezas y con ellas consiguió contagiarnos su armonía. Desconozco si lo que escuchamos eran improvisaciones. No presentó los temas. Lo único que sé es que a mí me vino muy bien su actuación: por alguna extraña razón, esa noche estaba más nerviosa de lo habitual, y al escucharlo y verlo me apropié de su calma.

Tal vez mis nervios tuvieran que ver con el hecho de que en esta edición nos visitara Ben Clark, laureado poeta y el primer presentador que tuvo MAS. El que presentara a una servidora en sus primeras intervenciones sería ahora presentado por ella: “Te has pasado”, me dijo antes de subir al escenario, después de dar algunos datos sobre él al público que no lo conociera (algo que a mí me resulta difícil de creer). Ben aprovechó bien su paso por el escenario. Tres fueron los poemas que nos ofreció. El primero, quizá el último en ser escrito, lo llevaba escrito a mano: “música, poca luz y, en mi caso, un gintonic”; así contextualizó el precioso ejemplo de cómo ligar con tacto, sin ser ñoño, un sábado por la noche. No obstante, este poeta también sabe ponerse cursi, llegado el caso. Lo demostró con el segundo texto, “el poema ñoño por excelencia”, según lo describió su autor. Lo rescató de Cabotaje, publicado por Delirio, editorial muy bien tripulada por Fabio de la Flor. Los versos con los que se despidió pertenecen al poemario Mantener la cadena en frío, coescrito con Andrés Catalán (poeta también afincado en Salamanca y que tantas veces escuchamos en MAS en la “era esperpéntica”) y merecedor del IV Premio de Poesía Joven de Radio Nacional de España este año. Para conocer más sobre Ben Clark y sobre la editorial Delirio hacer clic en sus nombres.

A continuación, pudimos conocer a un nuevo artista en MAS: Miguel Ángel. Utiliza sólo el nombre de pila por respeto a sus padres y por falta de imaginación. Después de interpretar un tema propio, “Nuestra efímera eternidad”, versionó “Tiempo de cerezas”, de Enrique Bumbury, para continuar divagando sobre la fugacidad de las cosas… Con los dos temas dejó constancia de su humildad, pero también de la confianza precisa para subirse a un escenario. Esperamos que pronto nos deje descubrir un poco más de su universo musical. 

Matías abandonó la barra y, armado con la Justicia Divina que lleva por bandera musical, intentó dar un giro al frío de la noche con sus ritmos cumbieros… Animó al público a ponerse de pie… pero el público siguió sentado… Animó al público a acompañarlo con palmas… Algún despistado al parecer no se había enterado de lo que sabían todos (que esa noche la cosa no estaba de pitos y flautas) y empezó a aplaudir… Intento fallido de Matías por animar al personal con sus versiones de Camilo Sexto. Volvió a la barra, que parecía estar más calentita, no sin antes invitarnos a bailar y divertirnos cada jueves en El Savor con su Dúo Justiciero, “el único dúo de cuatro, o cinco, o los que tercie”.

Me gustaría no tener que llamar más la atención sobre el plan general de la noche… pero es que también los siguientes participantes lo notaron… y, así, Dominique y Tito pensaron que sería mejor cambiar el guión que llevaban preparado. Después de cantar una canción de Ben Harper, conseguimos que Dominique nos leyera, al menos, una parte de la nueva carta que ha escrito a su primo Gaston, con la que, por fin, pudimos reírnos sin miedo de desentonar… Tras este necesario momento de relajación mental, se pusieron algo más intimistas para interpretar el segundo de los temas que llevaban preparados, con solo de ukelele incluido por parte de Tito. Aunque hubo algún problema de comunicación entre ukelele y guitarra, esto no nos impidió ver que Dominique y Tito hacen buena pareja artística. ¿Volverán pronto? Ojalá que sí.

Alfredo Rubbenstein había publicado en las últimas semanas en su perfil de Facebook las tres primeras partes de su relato, de tintes autobiográficos, La canción del pajarillo o la historia de Pulgarcito. En esta edición, para disfrute de los que hubieran leído los capítulos previos, presentó la cuarta entrega, en la que un malentendido coloca al protagonista y a una prostituta en una situación que, al ser destripada por Rubbenstein, nos terminó por congelar el ánimo. Eso sí, en este caso, el frío fue bien recibido, porque bajó la temperatura con gran talento.

Ya que había un ukelele en la sala, él, que había ido a El Savor sólo como espectador, finalmente se animó a tocar “Crazy”, “de un hawaiano”, dijo Fran. ¿Derick Sebastian? Tal vez en las próximas crónicas podamos saber qué hawaiano está detrás de este tema, así cómo escribir que Fran, que en esta edición tuvo problemas con el ukelele que le prestó Tito,  interpretó sin dudas y con total confianza la pieza elegida. Tiempo al tiempo…

El broche a la noche lo puso nuestro cálido Richard: último intento para despedirnos de la edición con buen sabor de boca… El extremeño invitó al francés de MAS, Dominique, a subir al escenario para que lo acompañara en la canción que los ha llevado por toda la geografía española, la canción más veces escuchada en la historia de MAS. Con estos datos, para quien nos siga, no hace falta decir nada más. Ya solo en el escenario, Richard iba a cantarnos “una canción muy difícil” de Elvis Presley. Después de una larga, larga introducción, decidió, sin embargo, cambiarla por una de José Luis Perales (en estos cambios, Richard es maestro), que tampoco fue capaz de cantar completamente. Inexplicablemente, cuando el artista se retiró, el público pidió otra y Richard volvió para, esta vez sin presentaciones, cantar sólo el estribillo de otra canción. Así, con promesas de canciones, terminó la noche.

En la fecha en que se publica esta crónica, faltan menos de veinticuatro horas para que cumplamos las 50 ediciones. Así, mañana, lunes 29 de octubre, estaremos en El Savor celebrando MAS (50). Será a partir de las 22.30 horas y queda usted, lector, formalmente invitado a esta celebración tan especial. Aquí le dejo la invitación en Facebook.

Gracias a todos, público y participantes, lectores también de estas crónicas, por hacer posible cada edición de MAS. No hace falta decir que sin vosotros esta maravillosa y necesaria experiencia de los lunes sería imposible.

viernes, 19 de octubre de 2012

Crónica MAS (47). 8/10/12



Noche, interior. En un salón, una pequeña lámpara da cierta calidad a la estancia; sin embargo, hace frío: lo revela la expresión de la mujer que está escribiendo (viste, además, una gruesa chaqueta de lana). Escucha “Albanese”, de Paolo y Andrea Pandolfo, del disco Travel Notes. No hay nadie más en la casa. En la cocina, hierve agua. En la calle, llueve (y hace menos frío). Deja de escribir; relee lo escrito. “Guardar”. Se levanta. Atraviesa la sala, en dirección a la cocina, siguiendo el ritmo de la música. En la cocina se sirve un té. Regresa al salón; lo hace continuando con el baile de antes. Se sienta y continúa escribiendo. 

Buenas noches. Bienvenidos a la crónica de la edición 47 de Micro Abierto Salamanca (MAS). Como sabéis los habituales a este baúl virtual en el que vamos guardando la memoria de este espectáculo en forma de resúmenes, MAS se celebra cada lunes en El Savor entre las veintidós treinta y la una, la una y media, las dos... La hora a la que termine depende de cuántos artistas pasen por el escenario (y de la duración de sus actuaciones), lo que, a su vez, depende de tantos factores, que, en caso de que hiciera aquí una lista, traicionaría mi intención inicial de ser breve. Así, pues, no voy a contaros cuáles son esas variables, las cuales, por otra parte, poco aportarían al contenido de este documento. Debo resumir lo acontecido el pasado —pasadísimo— 8 de noviembre de 2012 en la sala ya nombrada. Me siento a hacerlo con un retraso perdonable, si bien con varios días de demora para lo que normalmente se acostumbra por este sitio. Por tanto, escribo sabiendo que de reojo me está mirando la siguiente crónica, que espera a salir bien vestida de mi cuaderno de notas. Ya me estoy enrollando... Voy a contaros qué pasó aquella, no tan lejana, noche de MAS (47). 

Ciertamente, fue una edición poco concurrida: un público suficiente para disfrutar de no muchos participantes. Fue una edición breve pero intensa y cálida. La inició Víctor Casado. En esta ocasión (quizá por los comentarios que recibieron sus actuaciones previas), decidió llevarse por escrito la primera parte de su intervención. Así pareció un rapsoda. Tras leer lo que el papel escondía, hizo un gesto con los brazos y la cara como si clamara al cielo (al techo) y pasó a explicar (o eso es lo que parecía) lo que previamente quiso transmitirnos con lo leído: una crítica sutilmente mordaz a la moral y a la evolución del ser humano, al devenir de nuestra civilización. Así pareció un profeta. “Escuchad lo que tengo que decir, porque en mis palabras quizá encontréis la verdad”. Esto es lo que yo escucho cada vez que nos expone una de sus opiniones sobre el escenario. ¿Vanidad? No creo. ¿Personaje? Tampoco lo creo. Seguimos sin saber qué será Víctor de mayor (¿escritor, monologuista, funcionario, padre, todo eso...?). En definitiva, Víctor nos tiene confundidos. Yo aún no tengo una opinión clara sobre él o, más concretamente, sobre si lo que hace es arte u otra cosa. Quizá a lo largo de este curso todos, nosotros y él, lleguemos a alguna conclusión al respecto.

Después de abrir tantas preguntas en nuestro cerebro, nos dimos una tregua con la música de Guillermo Toda, que vino a deleitarnos con la pieza que interpretó, pero también con el respeto que siempre muestra en el escenario hacia la música clásica (sea cual sea el resultado que permitan los nervios del momento). Para esta edición, ejecutó, con visibles templanza y concentración (que culminó con un suspiro que sonó a “¡Conseguido!”), “Koyuunbaba”, de Carlo Domeniconi, una de sus piezas favoritas y que podéis escuchar a continuación.


Miguel Pérez anticipó que sería breve. No mintió. De su memoria, su voz nos trajo los versos de un soneto y de un haiku. Con el primero, “Desahogo bien medido”, revivió esos primeros años de su juventud en que todo lo que escribiera, quisiera o no, eran endecasílabos. Algo que (perdón por la expresión) le jodía bastante. No lo digo yo: “mierda de endecasílabo hijoputa [...] me cago en Garcilaso y su batuta”. Breve e irreverente, y gustó, como viene sucediendo desde que se subiera por primera vez al escenario de MAS. 

Para el siguiente artista era su primera vez en MAS y en El Savor... y quizá también en Salamanca. Daniel Cano llegó desde Murcia para hacernos partícipes de algunas de las canciones con las que él y su grupo, Errecinco, se convirtieron en semifinalistas de Creajoven 2012. Con “Sonidos contrastados”, “¿Quién dijo miedo?” y “A mediados de febrero” confirmamos su profesionalidad, sus tablas y su buen hacer musical. Esto se tradujo en la rotunda petición de un cuarto tema por parte del público, a lo que el señor Cano no supo ni quiso negarse. Además de regalarnos sus commposiciones en directo, el músico también quiso regalar el CD Pero no literalmente (con el que se materializó el triunfo de la banda en el mencionado certamen) al espectador que antes respondiera a la pregunta que planteó. El ganador, Juampi Sudón, persona a la que MAS debe mucho, mucho... Se merece ese CD y mucho más: ¡Juampi, te queremos! Aquí va un vídeo de esta banda para que disfrutéis como nosotros lo hicimos en directo con Daniel Cano.


Después de que yo leyera la “versión más original de Bambi”, según palabras de Alfredo Rubbenstein, presenté con cierto descoloque y timidez (reacción provocada por las palabras de Alfredo a viva voz durante mi intervención) a José Luis Melián. Este retomó la figura del Ave Fénix que inspirara "Ganas de volar" para hablarnos de la necesidad de soñar: “Creo en un futuro en forma de canción”, nos dijo en “Fenix en llamas”. ¿Será esta la canción que da forma a su futuro? Un vídeo vale más que todas las palabras que yo pueda escribir, así que aquí os lo dejo.  


Una noche más, Alfredo Rubbenstein nos subió a su particular columpio y nos llevó del humor al drama con su relato. Quedarse con el payaso que presenta el texto es no saber despojarlo de su nariz roja, atravesar la superficie. Hemos dicho tantas veces que Rubbenstein es el payaso de MAS que habrá quien piense que Alfredo hace clown (¿existe la posibilidad de que alguien que lea estas crónicas no haya asistido nunca a MAS o, al menos, a ninguna de las ediciones en las que este artista ha participado?). Nada más lejos. Alfredo Rubbenstein es el heterónimo de Javier Mesonero, y este es, ante todo, escritor y, cuando se sube al escenario, usa su cuerpo y su voz para dar vida a Rubbenstein, un personaje desgarrador con un humor, también desgarrador, con el que pretende desviar, inicialmente, nuestra atención de las terribles historias que cada semana nos cuenta, historias de este y de otros mundos, desconocidos o lejanos para nosotros, pero con un elemento en común: la crueldad que puede llegar a desarrollar el ser humano, la capacidad del hombre de convertirse en depredador de su propia especie. No contaré nada del texto que en esta edición nos presentó, y no porque no fuera interesante y rico en detalles, y en el que observamos su capacidad de llevarnos desde Artur Mas, a partir de una hipotética manifestación que está ocurriendo ahora, a un —queremos pensar— remoto 6 de agosto de 1945, en el que Little Boy devastó Hiroshima. Me parecía oportuno dar una visión general pero breve del talento de Javier Mesonero para literaturizar la vulnerabilidad humana, sin distinciones ni etiquetas raciales, sociales o religiosas, del que, a buen seguro, podremos seguir disfrutando a lo largo de este curso. 

Esta edición tuvo un broche de excepción. Alberto Hernández Mendoza ofrecería un concierto la noche siguiente, la del 9 de octubre, en el Café Santa Ana (C/ Tentenecio), un lugar al que merece la pena visitar cualquier día de la semana, pero especialmente los martes, cuando desarrolla su ciclo de conciertos en un ambiente íntimo y acogedor a los mandos de su encantador capitán, José, una persona que apuesta por la música en vivo como un bien necesario para la sociedad. Yo no pude acudir al recital que ofreció el señor Hernández, porque esa misma noche, en El Savor, celebramos la Noche Revolucionaria, a propósito del aniversario de la muerte del Che Guevara, por lo que los camaradas de MAS nos dividimos para cubrir los dos eventos, tan especiales. En El Savor echamos en falta a Alberto, sin duda, pero, como muchos otros cantautores, el utilizó su herramienta, su música, para hacer su propia aportación a un noche de espíritu revolucionario (que no calle nunca el cantor). El placentino aprovechó su paso por MAS (47) para invitarnos a dicho concierto y, desde luego, nos dio dos poderosas razones para no perdérnoslo: “Al oeste de su forma de besar” y “El otro lado del cristal”. Con estas dos canciones disfrutamos de algo de lo mucho que esconde el repertorio de esta gran promesa de la canción de autor. El segundo tema lo interpretó desenchufado, tranquilo, sentado al borde del escenario, en una intimidad que formó una enorme burbuja de calor en la que nos despedimos hasta la siguiente edición. 

Como colofón de esta crónica y llave de la siguiente os dejo con la canción de Alberto Hernández Mendoza con la que terminó MAS (47), acompañado por su amiga y compañera Virginia Montaño. Gracias a todos por creer en MAS y querer más y mejor. 


domingo, 7 de octubre de 2012

Crónica MAS (46). 1/10/12



Esta crónica corresponde a la edición 46 de Micro Abierto Salamanca (MAS), celebrada el pasado 1 de octubre, en El Savor, nuestra y vuestra casa. Hoy es el domingo siguiente y aún no son las ocho de la mañana. Me propongo resumir lo que ocurrió hace unos días en El Savor sin que el horario se note demasiado en el resultado de mi tic tic en el teclado: esto y Cassandra Wilson susurrándome su compañía es lo único que escucho (no quiero despertar a los que aún duermen y pulso cada tecla con sumo cuidado). Para algunos, todo lo anterior quizá no sea más que anecdótico o una forma como cualquier otra de empezar a escribir (y sí, estarán en lo cierto). Para mí, en cambio —una notable dormilona, por mencionar sólo uno de mis atributos— este propósito, en este día y a esta hora, es todo un reto. Me siento abrumada (en la última de sus acepciones). He visto amanecer; estaba —y estoy (técnicamente)— sobria. Esa, esta, sensación, con los ojos aún con una nebulosa transición, preside mi ánimo. En mi imaginación, todo esto se cruza con las personas que asistieron a MAS 46. Se saludan. En este estado, me viene a la memoria (yo no la invoco) una mujer. Recuerdo en qué blog leí una entrevista que le hicieron: Google, palabras clave, buscar, encontrar y releer. Pausa. Me quedo con las ganas, pero decido no hacer un “copia y pega” para que esta introducción no se me vaya (más) de las manos. Bastará con dejar aquí elenlace a esa entrevista para quien tenga curiosidad. Recupero, eso sí, la frase con la que Amélie Nothomb, la mujer de mi memoria, se despide: “Las cosas fáciles normalmente no aportan placer”.

Para muchos no resulta fácil subirse a un escenario, aunque lo hagan con frecuencia. No es la facilidad, precisamente, lo que los empuja a hacerlo. Más bien, es el placer que sigue al acto de medirse, de superar los propios miedos, de hacer frente a la timidez, de compartir parte de su intimidad, de sus reflexiones, de colaborar, humilde y casi inapreciablemente, a que el mundo sea mejor o más cercano a aquel con el que sueñan. “La poesía” (el arte) “es un arma cargada de futuro”. Esta idea fue la que dominó la noche del pasado 1 de octubre. Tal vez influyó que la velada comenzara con “Novios”, de Jesús Lizano, o que, en esa edición, coincidieran las ganas y la necesidad de manifestarnos, revelarnos, conocernos o “mojarnos” más de lo habitual. En resumen, fue una noche preciosa: todos nos hicimos “novios” e hicimos público nuestro compromiso con letra y música en una celebración amenizada por las intervenciones que a continuación reseño.

Sofía Montero nos contó qué piensan los árboles. Con sus manos enguantadas y “luciérnagas”, nos presentó al sauce y al ciprés que abandonaron su rutina fluvial para venir a recitarnos sus pensamientos. Precisamente, Carlos Peña nos habló de la desidia de la rutina y del peligro de hacerle frente con una nueva y entrar, así, en un círculo, más que vicioso, alienante. Intensidad en dos registros diferentes: de los versos oníricos que Sofía araña en su particular mundo a la prosa clara y pacíficamente violenta que a Carlos le dice la realidad. A continuación, leímos “Suite íntima n.º 4” como una comanda que pedía calma e introspección: la ejecutó Guillermo Toda, nuestro guitarrista clásico más querido, un autodidacta que sabe que la constancia es el mejor adminículo para amaestrar los nervios. La pieza con la que Toda se despidió, compuesta a partir de diversos temas, nos reveló la serenidad que poco a poco va conquistando en las tablas, el otro lado del espejo en que se mira Mariela Paz, tan agitada, tan llena de rebeliones y revolución: el verso “Te libraste de España y te vendiste al latifundio” resume la crítica con que, sin embargo, rinde un homenaje versificado a las fiestas patrias de su país, Chile. El cambio de tono que imprimieron los siguientes participantes exige un salto de párrafo.

Alkemia, la joven banda salmantina liderada por Miguel Ángel Gómez, tiene la intención de crecer artísticamente en los escenarios. En MAS (46) asistimos a uno de sus primeros pasos, lo que nos fue revelado por la timidez aún manifiesta de los integrantes. La versión de “Familiar Taste of Poison”, de Halestorm, que nos ofrecieron nos habla de sus referentes y del estilo que persiguen y que ilustraron con “The Bridge of my skin” y “Hall Down” (¿?), dos baladas compuestas por Miguel Ángel, quien, al buscarla en sus compañeros —M.ª Jesús (voz), Pablo (piano) y Alejandro (guitarra)—, conseguía contagiar la complicidad que existe entre ellos.


El erotismo y el compromiso social conviven pacíficamente en la obra de Fran, un autor que tuvimos la suerte de conocer en el tramo final de la temporada anterior y que, afortunadamente, permanece en nuestras filas con su poesía. Con “Punto y aparte”, “Evaporíticas mañanas” y “España” nos hizo una sucinta presentación de las diversas dianas de sus versos. Lo que sucede entre este poeta, Fran, y el artista que le siguió en el escenario, Alfredo Rubbenstein, es algo que cada vez es más notable entre los habituales de MAS: la admiración mutua, el respeto y el cariño. ¿Qué mejor insignia puede tener un espacio como el nuestro? En esta ocasión, Rubbenstein, tan audaz, diseccionó la actualidad con su distintivo humor en una serie de microtextos a modo de anuncios o titulares disparatados que beben de lo absurdo que encierra la misma realidad. Este bloque literario, a modo de una peculiar y crítica sección de actualidad, tuvo su colofón con las reflexivas palabras de otro poeta que nos interesó desde su primer verso: Miguel Pérez. Tras ponernos al corriente de la enorme deuda por “prácticas contrarias a la normativa” en la que ha incurrido el Hospital Clínico Universitario de Salamanca y mostrarnos su repulsa como ciudadano ante esta clase de situaciones en general y como miembro del gremio al que atañe esta noticia en particular, Miguel concluyó su intervención con el poema-resumen de su opinión “Misterios de hospital”.




MAS (46) fue una edición agitada, necesariamente agitada, en forma de celebración de todo lo que nos acerca, desde nuestras diferentes formas de mirar y explicarnos el mundo. Se dice que la música amansa a las fieras. Puede que sea cierto. Nosotros no somos fieras, sin embargo. Somos personas que creemos en el poder de la cultura para cambiar aquello con lo que no estamos de acuerdo, y la música quizá sea una de sus manifestaciones con más capacidad para, siguiendo con Lizano, hacernos “novios”. Por lo primero, existe MAS. Por lo segundo, esta edición no pudo terminar de mejor manera que con la versión que Antía, Merce, Saskia y Delia prepararon de “Canción para el viento”, de Perota Chingó. Con ellas terminó la edición que aquí resumo, no la celebración; la misma continuará esta semana: el lunes 8 de octubre nos reuniremos en El Savor para subir a 47 las ediciones de MAS, y el martes 9 de octubre, nos depara la, ya tradicional en este local, Noche Revolucionaria, un particular homenaje a la figura del Che Guevara en el aniversario de su muerte y que, muy probablemente, retomará el espíritu de la pasada edición. No obstante, no seremos los únicos que demos a esta semana un toque festivo: también lo harán, en el Santa Ana, el cantautor Alberto Mendoza, amigo de MAS, y, en Café Corrillo, Esfumato nos invitará a jugar con el jazz y el pop de sus canciones. (Más abajo tenéis los enlaces a todos estos eventos.)


Gracias, una semana más, a Alfombra Roja Films por las fotografías que realizaron.

No encuentro mejor forma de terminar esta crónica que, de forma similar a como concluimos MAS (46), dejándoos este vídeo de Perota Chingó. Antes de que pulséis play, apuntaos esto: os esperamos en El Savor para, entre todos, hacer de MAS (47) una gran edición.



MAS (47), lunes 8 de octubre, El Savor

Noche Revolucionaria, martes 9 de octubre, El Savor

Alberto Hernández en concierto, martes 9 de octubre, Santa Ana

Esfumato en concierto, miércoles 10 de octubre, Café Corrillo

martes, 2 de octubre de 2012

Crónica MAS (45). 24/09/12


Vuelta al cole: la primera crónica que escribo de la segunda temporada de Micro Abierto Salamanca (MAS). Un año más tenemos el firme, saludable, mágico y tierno propósito de reunirnos la noche de cada lunes en El Savor para hacerle un poético jaque mate a la rutina.

Del rotundo “Esto continúa, amigos” que escribimos entre todos el lunes 17 de septiembre en la edición 45 de MAS ya dio buena cuenta Andrés Sudón, una de las personas, sin duda, más importantes y emblemáticas de esta aventura lunática que empezamos unos pocos hace algunos años en la perdida Sala Alquimista: de la semilla que allí se sembró nació esta planta que debemos seguir cuidando entre todos como un necesario pulmón para esta ciudad. A quien acabe de llegar a esta preciosa casa, le remito a la concienzuda crónica que Andrés escribió de MAS (44): en ella está contenida la esencia de lo que pretendemos, de lo que nos gusta, de lo que buscamos, de lo que queremos que seas partícipe. Tanto empeño puso en transmitir el mensaje claro que guarda su texto que, tal vez, le plagie parte del mismo para relatar parte de lo sucedido en MAS (46), que es el objeto de esta crónica y que, con estas palabras, queda ya largamente introducido.

Miguel Pérez es un poeta recién llegado al escenario de MAS. Tuvieron que pasar bastantes ediciones hasta que se animó a hacerse con el micrófono para hacernos disfrutar de su poesía: sencilla, que no simple; bella y entrañable, que no cursi. Es un gran observador de lo cotidiano, con una enorme capacidad para transformarlo en poesía. Es una especie de marea baja que, en sus idas y venidas, va dejando pequeños restos de una realidad al alcance de todos pero que a veces pasa inadvertida; al mirar a la arena, acabas por darle la razón: “Efectivamente, eso también está ahí”. El texto que compartió con nosotros en MAS (46), “¿Y qué tal lo demás?”, tiene esto, además de un sutil humor que hace que pases, de un verso a otro, de una cierta melancolía a una sonrisa certera. No me parece oportuno decir de qué va el texto, porque Miguel Pérez es de esos poetas a los que les gusta contextualizar lo que van a recitar antes de hacerlo, y esa introducción forma parte del espectáculo que ofrece. Creo que va a ser una de las voces que nos sorprendan (que nos sigan sorprendiendo) muy gratamente en esta temporada. Le seguiremos la pista y el verso.

Reconozco que a la siguiente participante la lié yo misma para que leyera algo. Había ido sólo como espectadora, pero no había estado tampoco en MAS (45) y yo tenía ganas de escucharla. Estamos de encuentros y reencuentros, es momento de ver qué ha dejado el verano en nuestras mochilas, y quería saber en qué lecturas estaba enfrascada la espiritual Luz Mercedes Orrego. Para mí la palabra que la define es armonía, y desde ella parece que busca la forma de idear un zigurat poético para alcanzar las esferas celestes sin mover los pies de la tierra. Dado que la abordé y casi la subí al escenario, recurrió al libro que la acompañaba, Regreso al cielo —sinceramente, acabo de caer en la cuenta del sentido que tiene lo que he escrito inmediatamente antes—, de Chon Sangbyong, y de él nos dejó dos poemas volando “Flor de crisantemo” y “Nube”.



Si Luz es calma y luz, no es casual que leyera justo antes de que presentara a Ricardo Llopico. Era la tercera vez que se subía a un escenario para compartir sus canciones —tan secretas, tan bonitas— con lo que se suele llamar público. Él era todo nervio, y yo, puro nervio, no tenía muy claro cómo presentarlo y acabé poniéndome nerviosa yo. En medio de esta neurosis simbiótica, opté por dejar que fuera él mismo quien se presentara y que el susodicho público se emocionara —como yo hice cuando lo escuché la primera vez (en MAS, su segunda vez en un escenario)— o no con lo que él mostrara. Material para conmover tiene: sus letras y su música son sólo una tenue pincelada del talento y de la sensibilidad de este polifacético hombre: él sabe que es artista plástico y vitralista; no sé si sabe que es cantautor, pero nosotros lo tuvimos claro cuando escuchamos “Esta canción” y “La casa marina”. Sus nervios sólo hablan de la humildad, de la necesaria “angustia de la duda” que también debe sentir todo artista que quiere hacerlo bien, transmitir y conmover (todo esto sin ser arrogante) con la forma que da a la materia con la que trabaja: sus emociones. Ricardo se desnudó sobradamente y así, sin máscaras, los nervios no impidieron que nosotros también lo hiciéramos (“de alguna manera”) al escuchar su música. Lástima que viva en Barcelona... y que no lo tengamos más en MAS.



Porque Andrea Mazas no desnudó su admiración a la hora de presentar a Llopico, la castigué y la subí al escenario de las orejas para que leyera dos textos recuperados de su baúl de textos “de vete tú a saber cuándo escribí yo esto”, en concreto “Lo efímero del placer” y “Dentro de mí hay una cursi”: mismo tema, distinto registro. Como sigo un poco mosca (y porque resulta complicado hablar de un participante cuando es el mismo que escribe la crónica), no me extenderé hablando de ella en esta crónica.


Carlos Peña fue breve pero intenso, como muchas de las cosas que después se construyen una vivienda residencial en nuestra memoria. Tal vez el texto no se titule “Sabed, bastardos”, pero sí refleja muy bien el tono con que Carlos leyó, la rabia con que estrujó el micrófono y el aplauso con que el público se puso de su parte, sin lugar a dudas. En mi cuaderno, lo último que escribí sobre su actuación es: “Se queda a gustito”. 



Momento de estirarnos mentalmente con música. El dúo A Hundred Fires in a Jar (o “a jandrez faiers in a yar”, algo también apuntado en mi cuaderno) quiso ganarse al público —tal vez con la intención de cambiar el ánimo que Carlos le había infundido— con una chispita de humor. Esto duró poco: zapatero, a tus zapatos. Después de anunciar el concierto que la noche en que se publica esta crónica darán, están dando o acaban de dar en El Savor, interpretaron dos temas de repertorio: “Pura” y “Sunday Afternoon” (título provisional), dos baladas pop-rock (definición aportada por Judith Amaya). De la segunda nos explicaron que es una canción “escrita uno de esos domingos en que se echa de menos a una novia”. Quizá los que vayáis a su concierto, estéis en él o hayáis ido a escucharlos podáis darnos más pistas sobre la novia a la que echan de menos... Es curioso que en conciertos y recitales se pueda conocer tanto a los ex de los demás...


Antes de que pudiera dar paso al siguiente participante, Manuel Pablo me interrumpió para cantar “Cumpleaños feliz” a su amiga. Por su gesto, deduzco que además de un gran pianista, es un gran puntual (pasaban pocos minutos de las doce). Intenté seguir con mi lista de intervenciones. Tampoco pude: ahora me interrumpió Salva para pedirme que yo le cantara el “Cumpleaños feliz” a la amiga de Manuel Pablo. A mí, algo que no creo que resulte sorprendente, no me costó payasear a Marilyn... Nada más que decir sobre este bochornoso momento, después del cual pude (¡por fin!) presentar a Bea (que no Beatriz). De su libreta-diario salieron “Evolución” y “Personas”. Con el primero dejó más que claro que la soledad puede ser un precioso estado de gracia incompartible, pero la fría gallega que no es fue abatida por su temperamento y, entre tanto “no quiero, no quiero, no quiero y no necesito”, a mí me llegó algún “no me hagas mucho caso siempre” que discutimos brevemente en el descanso de MAS (46).


Antes de ese descanso y de ese corto debate, disfrutamos de dos músicos que ya conocían las delicias de MAS y que aportaron su granito de arena en las primeras temporadas de este formato para que hoy sea lo que es. Geoff e Ion, francés y navarro, sólo necesitaron sus guitarras acústicas para darnos un billete de ida y vuelta al calor de la Sala Alquimista. En la primera de las versiones que ofrecieron, la voz la puso Geoff, en inglés, que dio el relevo a Ion, que lo tomó en castellano. Desconozco los títulos de las canciones. No obstante, de algunas actuaciones, más que de su propio contenido, me quedo con la forma de estar en el escenario de las personas que las ejecutan: Geoff e Ion me transmitieron, sobre todo, la sencillez y la inocencia con que se alían a la música como a una íntima y vieja amiga.



Ahora sí, Manuel Pablo. Actuó más tarde de lo que él esperaba, así que, por el rigor que le presupongo cuando se trata de horarios, le pido disculpas... El guión de MAS se va construyendo sobre la marcha. No obstante, mereció la pena esperar al segundo tiempo de esta edición para escuchar con suma atención y sorpresa el texto con el que empezó su intervención: Manuel Pablo es alemán: que el nombre no nos lleve a engaños. Su relato, en cambio, está escrito con gran inteligencia y gracia en un ágil castellano coloquial y en él condensa la verborrea mental que generan los nervios de encontrarse con alguien que nos gusta más de lo que prescribe la salud y que nos hace menos caso del que le gustaría a nuestra ansiedad. Después del gran aplauso que se ganó, pidió a tres voluntarios. Yo fui la voluntaria que eligió a dedo a las otras dos personas no voluntarias. Las tres afortunadas pulsamos una tecla del piano al azar y, con el gran tema que improvisó sobre esas notas, el sorprendente escritor pasó a ser un prodigioso músico. ¡Olé! O ¡Toll! (creo).


Luis Somoza regresó a MAS con la energía escénica que lo caracteriza. Lo bueno de que haya cambiado los papeles por el móvil para leer sus poemas es que ahora podemos ver su cara sin tener que intentar esquivar el soporte, lo que sin duda añade (si es posible) algo más de intensidad a sus recitados. Empezó con un poema que ya habíamos escuchado en la temporada pasada: lo sé porque es de esos de los que me guardo algún verso para siempre (“Te has quedado dormido solo en el centro del poema”). Continuó con otra composición propia, a la que siguió el poema “Agonía” de Frank Winter del que surge. Para ser más concretos, los versos de Somoza se inspiran en el último de “Agonía”, con el que también cierra el suyo. Como la intención de Somoza era que un poeta, él, nos hiciera ampliar nuestros horizontes poéticos, os dejo aquí el enlace al poema origen. 



Nada más llegar a El Savor, dijo que no cantaría. A los cinco minutos se acercó a mi mesa para decirme que había cambiado de opinión. ¡Vivan los cambios de opinión si son de este tipo porque ganamos todos! Hablo de Miriam. Puede que ella no tuviera claro si quería o no cantar, pero yo sí sabía que lo haría. Era su primera noche en MAS después del verano y le habría gustado que la canción que se preparó para despedirse de nosotros la anterior temporada la hubieran escuchado más personas. Sin duda era la noche de quitarse la espinita: con el auditorio lleno, Miriam no dejó boquiabiertos cuando de su boca salió una impresionante versión de Nina Simone que nos hizo sentirnos más que bien con su “Feeling Good”. También tenía claro que sólo cantaría este tema. Yo también supe que no sería así y, antes de presentar al siguiente participante, hice que subiera de nuevo al escenario para satisfacer el bis que pedía el público. ¡Deseo concedido! 



Para mí resulta muy emotivo que personas a las que, además de admirar, quiero actúen en MAS. Es el caso de Óscar Rodríguez, un enorme poeta y un gran amigo —por el que siento amor, amor, amor... (quienes estuvieran en MAS (45) entenderán esta acotación—. Por él, entre otras cosas, yo un buen día decidí escribir algo... y, como ese algo me ha salvado tantas veces, creo que Óscar Rodríguez también es un ángel. En sus poemas no es habitual que se vaya por las ramas: sus sentimientos e ideas no cogen atajos, por eso es importante prestar atención a cada verso, porque cada uno encierra un micropoema. Lo bueno de esto es que, si no entiendes cada micro para que el macro tenga su efecto total, puedes quedarte enganchado a una sola línea que dispare tu pensamiento. A mí me pasa, por ejemplo, con “Aceptamos frases como ganarse la vida, cuando la vida era nuestra antes”, del poema “Están ahí”, o con “Se extiende al estilo de la peste de los rumores”, de “Presagio”, inspirado en un poema de Alfredo Pérez Alancar y con el que le rinde homenaje.



Hacía mucho que Emilio Papel no se dejaba ver por El Savor. No nos habíamos olvidado de él, claro, pero, por si hubiera problemas de memoria, él nos la refrescó rápidamente con su “Segundo manifiesto vegetariano” y, tan pronto como dijo el título, rememoramos algunas de sus intervenciones y de su peculiar estilo de declamar. Su gesto, (casi) siempre desafiante, su lenguaje, (casi) siempre mordaz, su tono, (casi) siempre colérico, hicieron el resto. Yo, de todos modos, necesitaría, escuchar una vez más el texto para captar la relación con el vegetarianismo.




Que no entendiera completamente el poema de Emilio Papel tal vez se debiera a que ya era tarde y que el cansancio empieza a notarse en la atención... Así que quedaba claro que era hora de empezar a despedir esta larga y concurrida edición, como también es momento de acabar cuanto antes esta crónica. Con el siguiente participante, lo tengo fácil. La intención de Víctor Casado era presentar un “rap experimental”. Por lo que he deducido, es una traducción libre de un rap de otro “experimental”. Dado el resultado de su intervención, también es lugar para copiar a Andrés Sudón (tal como avanzaba al inicio de este largo “resumen”): “… Víctor Casado, un inteligente hombre cuya mente es capaz de asimilar, digerir y traducir ingentes cantidades de pensamientos. Su talento es evidente, también su sed de actuar, porque sabe que puede hacer y decir cosas muy interesantes. Estoy convencido de que cuando imagina cómo va a ser su intervención en MAS siente una fuerza casi profética, porque sabe verdades que los demás no manejan. Eso es ser artista o comunicador. No sabemos qué será Víctor de mayor, puede que escritor, director de cine o teatro, presentador de televisión o terrorista, no se sabe, pero se le ve que tiene algo. Ese algo es ego, sin ego no hay arte, él lo tiene grande y probablemente frágil, como Picasso. Lo que pasa es que, como aún no sabe qué es lo que hace, no hace nada de momento. Sube al escenario con su guión emocionalmente aprendido y lo intenta soltar con la magia con la que lo imaginó, después se decepciona por la reacción del público. Quiero pedirle a Víctor que reflexione sobre esto, que encuentre la clave de la escena, porque en MAS (y en el mundo) necesitamos talentos como el suyo”. Ha dicho; he dicho.



No sabíamos que el final de la noche nos depararía tanta sensualidad... Al menos eso es lo que yo sentí al ver cómo le han sentado a Judith Amaya el verano y su isla. Nuestra mariposa silvestre presentaba la última canción que había escrito, “How can I?” y yo no entendía nada... porque estaba prestando más atención a su vuelo que a la letra: la rockera que la vive desprendía sexo... Igual eran cosas mías, pero yo vi que Judith había crecido durante el tiempo que MAS había cerrado por vacaciones: ha vuelto más mujer y más artista. Con su segunda canción, “Chaos is what am I”, nos despedimos. Después todos fundimos a negro y MAS bajó el telón de una entrañable e intensa edición.



Antes de dar por terminado este trabajo, damos las gracias a AlfombraRoja Films por abordarnos a altas horas de la madrugada del jueves pasado para decirnos que habían tomado las preciosas fotografías que nos han cedido para ilustrar este resumen de lo sucedido en MAS (45).

Os espero en la siguiente crónica, la de este lunes 1 de octubre, en la que os citaré en MAS (47).