Algo rara, para qué
mentir, fue la edición 48 de Micro Abierto
Salamanca (MAS), celebrada el 15 de octubre en nuestra y, si queréis, vuestra casa, El Savor. Fue fría. Esto es algo subjetivo, claro. Sin embargo, así lo
percibieron todas (o casi todas) las personas que, desde el escenario, tuvieron
que defender sus canciones o poemas ante un público algo desanimado, difícil de
complacer... Los comienzos de curso son complicados (ya lo sabemos). La llegada
del frío, también. Vamos a pensar que estas fueron las principales razones que
impregnaron la noche de cierta desazón. Cierta, porque también hubo buenos
momentos. Sólo intentaba transmitir una primera impresión. Dejemos ese frío
subjetivo en este primer párrafo y pasemos a describir en los siguientes el
calor de la noche, el calor que desprendieron los artistas de los que
disfrutamos en MAS (48).
El telón imaginario
se subió para recibir a
Nacho Prada Echevarrieta. Ya tuvimos ocasión de
conocer a este músico durante la primera temporada. En esta edición, reapareció
con tres temas: una versión y dos canciones de repertorio, “Como antes” y una
segunda en inglés de la que no pude anotar el título. Aunque lo conocemos como
solista, Nacho forma parte de La Noche de La
Iguana, banda de la que os
dejo un aquí el enlace a un vídeo para que os hagáis una idea del estilo de este músico. Con toda
seguridad, tendremos ocasión de disfrutarlos en concierto muy pronto.
Miguel Pérez, un poeta ya asociado a MAS por su participación casi segura cada lunes, nos confesó algo que ya
intuíamos: en los ratos libres que le deja la fatigosa carrera de las letras,
estudia Medicina. Sobre esta poética disciplina versaba el poema que nos leyó.
Un rubio medio
australiano, medio sueco empieza a aficionarse a MAS. Responde al nombre de Félix, es guitarrista
y en noviembre podremos
escucharlo en concierto, en formato dúo... De esto os hablaré en la crónica de MAS
(49). En la edición que aquí resumo, la 48, Félix se hizo con la guitarra española para interpretar dos piezas y con ellas consiguió
contagiarnos su armonía. Desconozco si lo que escuchamos eran improvisaciones.
No presentó los temas. Lo único que sé es que a mí me vino muy bien su
actuación: por alguna extraña razón, esa noche estaba más nerviosa de lo
habitual, y al escucharlo y verlo me apropié de su calma.
Tal vez mis nervios
tuvieran que ver con el hecho de que en esta edición nos visitara Ben Clark,
laureado poeta y el primer presentador que tuvo MAS. El que presentara a una servidora en sus primeras intervenciones sería
ahora presentado por ella: “Te has pasado”, me dijo antes de subir al
escenario, después de dar algunos datos sobre él al público que no lo conociera
(algo que a mí me resulta difícil de creer). Ben aprovechó
bien su paso por el escenario. Tres fueron los poemas que nos ofreció. El
primero, quizá el último en ser escrito, lo llevaba escrito a mano: “música,
poca luz y, en mi caso, un gintonic”; así contextualizó el precioso ejemplo de
cómo ligar con tacto, sin ser ñoño, un sábado por la noche. No obstante, este
poeta también sabe ponerse cursi, llegado el caso. Lo demostró con el segundo
texto, “el poema ñoño por excelencia”, según lo describió su autor. Lo rescató
de Cabotaje, publicado por Delirio, editorial muy bien tripulada por Fabio de la Flor. Los versos con los que se despidió pertenecen al poemario Mantener
la cadena en frío, coescrito con Andrés Catalán (poeta también afincado en Salamanca y que tantas veces escuchamos en MAS
en la “era esperpéntica”) y merecedor del IV Premio
de Poesía Joven de Radio Nacional de España este año.
Para conocer más sobre Ben Clark y sobre la editorial Delirio hacer clic en sus nombres.
A continuación,
pudimos conocer a un nuevo artista en MAS: Miguel
Ángel. Utiliza sólo el nombre de pila por respeto a
sus padres y por falta de imaginación. Después de interpretar un tema propio,
“Nuestra efímera eternidad”, versionó “Tiempo de cerezas”, de Enrique
Bumbury, para continuar divagando sobre la fugacidad
de las cosas… Con los dos temas dejó constancia de su humildad, pero también de
la confianza precisa para subirse a un escenario. Esperamos que pronto nos deje
descubrir un poco más de su universo musical.
Matías abandonó la barra y, armado con la Justicia Divina que lleva por bandera musical, intentó dar un giro al frío de la noche
con sus ritmos cumbieros… Animó al público a ponerse de pie… pero el público
siguió sentado… Animó al público a acompañarlo con palmas… Algún despistado al
parecer no se había enterado de lo que sabían todos (que esa noche la cosa no
estaba de pitos y flautas) y empezó a aplaudir… Intento fallido de Matías por
animar al personal con sus versiones de Camilo Sexto. Volvió a la barra, que parecía estar más calentita, no sin antes
invitarnos a bailar y divertirnos cada jueves en El Savor con su Dúo Justiciero, “el único dúo de
cuatro, o cinco, o los que tercie”.
Me gustaría no
tener que llamar más la atención sobre el plan general de la noche… pero es que
también los siguientes participantes lo notaron… y, así, Dominique y Tito pensaron que sería mejor cambiar el guión que llevaban preparado.
Después de cantar una canción de Ben Harper, conseguimos
que Dominique nos leyera, al menos, una parte de la
nueva carta que ha escrito a su primo Gaston, con la que, por fin, pudimos
reírnos sin miedo de desentonar… Tras este necesario momento de relajación
mental, se pusieron algo más intimistas para interpretar el segundo de los
temas que llevaban preparados, con solo de ukelele incluido por parte de Tito. Aunque hubo algún problema de comunicación entre ukelele y guitarra,
esto no nos impidió ver que Dominique y Tito hacen
buena pareja artística. ¿Volverán pronto? Ojalá que sí.
Alfredo
Rubbenstein había publicado en las últimas semanas en
su perfil de Facebook las tres primeras partes de su relato, de tintes autobiográficos,
La canción del pajarillo o la historia de Pulgarcito. En esta edición, para disfrute de los que hubieran leído los capítulos
previos, presentó la cuarta entrega, en la que un malentendido coloca al
protagonista y a una prostituta en una situación que, al ser destripada por Rubbenstein,
nos terminó por congelar el ánimo. Eso sí, en este
caso, el frío fue bien recibido, porque bajó la temperatura con gran talento.
Ya que había un
ukelele en la sala, él, que había ido a El Savor sólo
como espectador, finalmente se animó a tocar “Crazy”, “de un hawaiano”, dijo Fran.
¿Derick Sebastian? Tal vez en las próximas crónicas
podamos saber qué hawaiano está detrás de este tema, así cómo escribir que Fran,
que en esta edición tuvo problemas con el ukelele que
le prestó Tito, interpretó sin dudas y con total confianza la pieza elegida. Tiempo al
tiempo…
El broche a la
noche lo puso nuestro cálido Richard: último
intento para despedirnos de la edición con buen sabor de boca… El extremeño
invitó al francés de MAS, Dominique, a subir al
escenario para que lo acompañara en la canción que los ha llevado por toda la
geografía española, la canción más veces escuchada en la historia de MAS. Con estos datos, para quien nos siga, no hace falta decir nada más. Ya
solo en el escenario, Richard iba a cantarnos “una
canción muy difícil” de Elvis Presley. Después de
una larga, larga introducción, decidió, sin embargo, cambiarla por una de José
Luis Perales (en estos cambios, Richard es maestro),
que tampoco fue capaz de cantar completamente. Inexplicablemente, cuando el
artista se retiró, el público pidió otra y Richard volvió
para, esta vez sin presentaciones, cantar sólo el estribillo de otra canción.
Así, con promesas de canciones, terminó la noche.
En la fecha en que
se publica esta crónica, faltan menos de veinticuatro horas para que cumplamos
las 50 ediciones. Así, mañana, lunes 29 de octubre, estaremos en El Savor celebrando MAS
(50). Será a partir de las 22.30 horas y queda usted,
lector, formalmente invitado a esta celebración tan especial. Aquí le dejo la invitación en Facebook.
Gracias a todos,
público y participantes, lectores también de estas crónicas, por hacer posible
cada edición de MAS. No hace falta decir que sin
vosotros esta maravillosa y necesaria experiencia de los lunes sería imposible.