domingo, 8 de julio de 2012

Crónica MAS (39). 25/06/12

Hace mucho, mucho tiempo, se celebró en El Savor, una sala de conciertos de Salamanca (España) la edición nº 39 de MAS (Micro Abierto Salamanca). Fue un lunes, como era habitual, y los artistas se reunieron expectantes para ver lo que hacían los demás y para esperar su turno en escena. La primera en actuar fue la prometedora cantautora Virginia Montaño, que comenzó con una canción dedicada a su piano, Carne de canción, un piano que dejó de estar en su cuarto dejando un hueco infinito. A continuación llamó a escena al cantautor madrileño Daniel Hare, que se había desplazado a Salamanca para participar en este evento, con el propósito de participar y de promocionar el concierto que dio unos días después junto a Virginia en ese escenario. Cantaron juntos una canción de la banda sonora de la película  Ones. Después se quedó Hare solo en el escenario para llenarlo de lluvia con su canción Llueve. Daniel Hare es un cielo azul, normal que llueva de vez en cuando una lluvia romántica y sensual.

Tras estos dos cantautores, llamaron a actuar al poeta poliédrico y multidimensional Luis Somoza, que, en esta ocasión nos leyó un relato lleno de poesía, El ajedrecista escolar, la secuencia de pensamientos de un niño que está jugando al ajedrez. La locura literaria de Somoza provocó en el público una agradable tensión intelectual.

Salió después al escenario de El Savor un músico norteamericano diestro con la guitarra, usando la técnica del tapping con gran musicalidad. Tocó cuatro piezas, aunque el público quería más, pero el MAS tenía más que ofrecer, y no pudo ser.

Otro cantautor fue el siguiente en actuar, José Luis Melián, que con cierta ilusión interpretó dos canciones del repertorio que quiere grabar en un disco próximamente. Las canciones fueron Cuanto más lejos esté y amanecer.

Después llegó el turno de un peculiar artista, un personaje incomparable y difícilmente cognoscible, es decir, indescriptible. Hablo de Jorge Silla, un compositor que se considera pésimo cantante, pero que tiene gracia cuando ejecuta sus originales piezas. Además es concienzudo, y reversiona y revisa sus composiciones, esta vez nos trajo la versión definitiva de su canción Insomnio. Después de mostrar sus dotes de compositor, se atrevió a hacer una versión de Me and my guitar, destrozándola completamente, desafinando como un gato maltratado. Pero con mucha gracia, eso sí.

El siguiente artista también hizo disfrutar al público que habitaba la oscuridad naranja de El Savor, Cándido Pérez, que cantó la última canción que cantó la primera vez que participó en este micro abierto, Miedo a la oscuridad. Muy gracioso, una persona libre de sí mismo, capaz de reírse hasta de su sombra. Antes de cantar una canción más, propuso una adivinanza y ofreció premios para los primero que la resolvieran. La canción que cantó después narraba la historia que le había sucedido la semana anterior, cuando regresó a su casa (en Ávila, a una hora y pico en coche) y descubrió que no tenía llaves. Nadie tenía llaves. De modo que, como un superhéroe, saltó a su balcón desde el de sus vecinos, a las tantas de la madrugada, y logró dormir en su cama, supongo que con miedo a la oscuridad.

Tras presentarle, después de los aplausos propios de una presentación, y después un pequeño espacio vació, salió a escena un poeta. Sí, amigos lectores, un poeta en toda regla, un rapsoda de manual, incluyendo sus peculiaridades. Su nombre es Luis Llorente, y posee una voz profunda y una parsimonia ritual que sustenta con una poesía erudita y sincera. Solemne y dandymente recitó tres poemas, y nos invitó al recital que dio unos días después en el Café Becker de Salamanca.

Después del apolíneo Llorente, salió a escena de nuevo el madrileño de Aljete Daniel Hare. Esta vez pudimos escuchar dos de sus canciones. La primera se titula Tú y yo, y trata sobre eso mismo, tú y yo. La segunda era una pantomima de las canciones comerciales que destruyen los veranos de los amantes de la música como él. La canción se titula Instrucciones para componer la canción del verano.

Andaba pululando por la sala un personaje que llamaba la atención, alguien con una energía contenida propia de un actor en el camerino. Efectivamente subió al escenario. Es Alfredo Rubbentein. Es un escritor que lee sus textos en público usando técnicas de clown. El resultado es eficiente, sobre todo con un texto que, mediante el humor, dice algo interesante. En su texto hacía referencia al dueño de la sala, Salva. Lo que dijo fue muy gracioso, pero el público miraba a ver si le estaba observando Salva para poder reírse cómodamente. Todos aplaudieron sinceramente a este payaso intelectual.

En el escenario apareció una mariposa roquera, una pequeña fiera taciturna. Su nombre es Judith. Cantó una canción titulada Have you ever seen the rain? Acompañada por una guitarra. Después interpretó una canción propia en la que hablaba del caos, otra de su banda, ya he dicho que es roquera, llamada Siete días, para terminar invitando al escenario a José Luis Melián, integrante de su banda, con el que cantó una última canción. Luego voló y se posó entre el público.

La última artista que actuó en este MAS (39) fue la primera que había actuado, la cantautora Virgina Montaño, que esta vez nos cantó dos canciones propias, una de ella nueva, Libertad. La primera que cantó fue  Sin remite o dirección.

Luego voy a imaginar que yo mismo canté dos canciones para despedir el espectáculo, como si yo lo hubiera presentado. Imaginemos que canté Con naturalidad y luego Ternura macarra. Qué divertido tocar en ese escenario. Pero esto fue hace mucho, mucho tiempo, el lunes 25 de Junio del 2012. Han sucedido muchas cosas desde entonces, pero esa noche sigue en mi memoria, tal y como la he contado, o casi igual. Es un buen recuerdo, aunque sea un recuerdo envuelto en una oscuridad naranja.


Andrés Sudón

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