viernes, 20 de julio de 2012

Crónica MAS (41). 9/07/2012

Calor-calor-calor… Hay diferentes calores (y, entre sus sílabas, un poeta), pero este no es lugar para depositar un ensayo al respecto ni para ponerse lírico… Entonces, ¿por qué hablo de calor? Él tiene mucha culpa de que la crónica de la edición 41 de Micro Abierto Salamanca (MAS) llegue con retraso y ciertas taras. La hubiera escrito en la piscina, pero no es plan; tal vez en la playa, pero no he encontrado ninguna; al amparo de alguna sombra generosa, pero todas estaban ocupadas. Quedaban el ventilador y la persiana bajada; cuando me disponía a poner en marcha esta tradicional técnica narrativa estival, el café se derramó sobre el cuaderno donde las notas tomadas el lunes 9 de julio en El Savor esperaban su momento para convertirse en el resumen de una noche que la memoria ya ha desdibujado. (El lirismo empieza a amenazar en estas líneas, también por culpa del calor: pongámonos serios). 
Bajo una abstracta mancha café con leche, aparece el nombre de Jorge Silla, persona que aquel lejano 9 de julio cumplía años; después de cantarle su merecido happy birthday, nos regalamos la oportunidad de empezar la 41 de MAS desentrañando los siguientes tres actos de su “drama que da risa”, El dinero no da la felicidad; eso sí, esto solo fue tras un sucinto repaso de las escenas previas, de las más “dramáticas”, según palabras de su autor. En esta ocasión, quiso contar con la colaboración de José Luis Romero Melián y Judith Amaya en calidad de voluntarios elegidos a dedo (algo muy español). De las risas que provocó esta primera intervención pueden dar fe los que estuvieron presentes; ellas anticiparon el tono jocoso que a ratos tuvo la noche.

Al teatro siguió la maestría de David Calabrés, quien venía a ofrecernos sus clases de guitarra, sus servicios como abogado, su concierto del sábado siguiente y la posibilidad de participar en una especie de casting que organizaba un amigo que necesitaba músicos para un evento patrocinado por una conocida marca de bebidas… Entre anuncio y anuncio, sus dedos se deslizaban por su guitarra eléctrica y dieron forma a cuatro temas instrumentales, tan bien tocados que alguna que otra persona que esperaba su turno para salir al escenario me pidió no ser el siguiente…

Alguien tenía que ser el siguiente, no obstante. El valiente fue José Luis Romero Melián, que nada tenía que envidiar a Calabrés, como demostraron las tres canciones de repertorio que echó volar para nuestro disfrute: “Una rosa en tu colchón”, “Al amanecer” y “Gana tú por mí”, dos de ellas con dedicatoria: la segunda a Jorge Silla, por su cumpleaños, y la tercera a su primo, porque el videojuego con el que este se entretenía le sirvió a José Luis como fuente de inspiración para escribir el tema.

Tampoco Alfredo Rubbenstein quiso desaprovechar la ocasión que le brindaba el cumpleaños de Jorge para, con toda la sensualidad payasística de la que es capaz, hacer una parodia del archiconocido momento en el que, en blanco y negro, la tentación del piso de arriba celebró un aniversario de cierto malogrado presidente estadounidense. Lo cierto es que, con esta intro a su relato, Rubbenstein, inconsciente, nos devolvió al principio de la noche, con lo que todos supimos que nuestro clown había llegado tarde… Esto careció de importancia cuando nos presentó Un día perfecto para el pez payaso (El uruguayo), relato que (tras una breve descripción tipo Wikipedia del animal que da título al mismo) escarba en las interconexiones entre tres generaciones de hombres judíos que rescatan del pasado lo imprescindible para poder hacer frente a un presente a primera vista inútil y que solo puede ser salvado por el amor del padre. En torno a esta figura se desarrollan gran parte de los textos de Alfredo, habitualmente dentro de una burbuja de vacío creada por la ausencia, física o espiritual, de las madres o esposas de sus protagonistas.

El sonido del ukelele de Fran consiguió crear un paréntesis de ternura tras la larga y agridulce intervención de Rubbenstein. A unos primeros acordes del hawaiano Kimo, Fran sumó la música de “Crazy”, de Patsy Cline, mezcla con la que pudimos comprobar que la soltura o comodidad con la que este músico se deja ver en nuestro escenario crece un poquito más cada lunes.

Desde su primera actuación en El Savor, el cantautor Ángel Rosado es adicto reconocido a MAS. Siempre lo habíamos escuchado como solista, pero en esta edición descubrimos que tiene un grupo. Invitó a los otros dos integrantes, Miguel Ángel, a la guitarra, y Pablo, al piano, a subir al escenario para presentarnos dos de sus canciones, “Adiós” y “Todo para alumbrar tu cuarto”. Pusieron el broche a su intervención con una versión de “Azteca”, de Andrés Calamaro.

El siguiente participante, Rodrigo Díaz, vino a esta edición decidido a hacernos partícipes por primera vez de su vis cómica; todo un acierto, porque consiguió dinamizar el sentido del humor del público con La Cigarette, monólogo de Gad Elmaleh sobre las dificultades iniciales de hacerse fumador activo y las ventajas que siguen una vez conseguido (todo es cuestión de fuerza de voluntad). El original (en inglés) puede disfrutarse aquí.

Dos párrafos más arriba, la negrita ya llama la atención sobre los nombres de estos nuevos amigos de MAS. Me refiero a los compañeros del señor Rosado, es decir, Miguel Ángel y Pablo. Volvieron a hacerse con la guitarra y el piano, respectivamente, para interpretar “Para no volverte a ver”, tema escrito por Miguel Ángel. ¿Alguna vez has llamado a tu ex para contarle que todo te va guay solo para joder, porque, en realidad, estás hecho una mierda desde que te dejó?... Pues de eso va la canción. Con ella se quitaron los nervios iniciales y, ya más tranquilos, nos dejaron dos versiones: una de Nirvana (creo que “The Man who Sold the World”… el café derramado vuelve a hacer estragos en esta página del cuaderno…) y otra (esto sí puedo leerlo: el líquido no emborronó los datos) de Foo Fighters, “Up in Arms”, que dedicaron a su compañero, Ángel.

La noche había sido más corta que otras pero no menos intensa y bonita, por lo que el final también debía ser así: intenso y bonito, como siempre lo es Judith Amaya, esa mariposa silvestre que ciertas noches se posa en el escenario de El Savor. Tres canciones propias fueron suficientes para que quisiéramos volar con ella: a la primera, de título ilegible en el cuaderno (mancha), siguieron “Caos” y “Te clonaré”. Después de darnos una justa dosis de ternura y melancolía, Judith desplegó sus alas y la 41 de MAS terminó.

Esta crónica llega con retraso pero justo a tiempo para recordaros que el simpático Matías Astroza y su Dúo Justiciero estarán esta noche, viernes 20 de julio, en El Savor con el único propósito de hacer que vuestros cuerpos se muevan con la diversión y el amor que caracterizan a esta banda. Os dejo aquí el evento.

Llegamos ya a la línea en que os damos las gracias a todos los que hacéis posible que estas reuniones de amistad y talento, con o sin calor, continúen semana a semana y sean cada vez más entrañables.

En la crónica de MAS (42) (que ya se ha celebrado) se os recordará, pero aprovecho para hacerlo también aquí: ¡os esperamos el próximo lunes 23 de julio para celebrar la edición 43, con la que despedimos esta temporada de MAS, que volverá (como casi todo y casi todos) en septiembre! (Y, ya que estamos, pincha aquí para ir al evento en Facebook y ayudarnos a difundirlo. Gracias, otra vez.) 

Andrea Mazas

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